¿EN EL ADN?

Editorial

“Y a propósito de lo explicado en su editorial –mensaje de una abogada amiga– sobre la diferencia entre Estado y gobierno, bien haría una clase de geopolítica y Estado a los servidores públicos, para que tengan claridad entre lo que es una política de Estado, una política gubernamental y una política sectorial”. Un catedrático universitario: “Ya días no le escribo, sin embargo, todos los días leo el editorial”. “Hoy me siento motivado a escribirle porque me hizo recordar mis clases en la universidad, principalmente la de teoría general del Estado, donde se ve todo lo que usted plantea en su escrito”. “Son verdades histórico-políticas, que usted trae a colación y que enriquecen el acervo, no solo cultural, sino que jurídico de los que formamos parte del colectivo”.

Sobre el pasaje de la frase atribuida al rey, un miembro del colectivo manda –pero jerigonza en francés, que nosotros no parlamos– la siguiente contribución: “Luis XIV firmó una serie de edictos financieros para reponer las arcas del Estado y continuar la guerra contra España”. “Algunos magistrados –responsables de ratificar las decisiones reales– cuestionaban la legalidad de estos textos”. “El 13 de abril de 1655 el Parlamento de París se reunió en audiencia solemne”. El rey regresó inesperadamente y declaró ante la asamblea: “Todos saben cuántos problemas han causado estas asambleas en mi Estado y cuántos efectos peligrosos han producido allí”. “He sabido que todavía pretenden continuar con ello, con el pretexto de deliberar sobre los edictos que recientemente fueron leídos y publicados en mi presencia”. “El presidente de la asamblea habría invocado entonces el interés del Estado en este asunto”. Y Luis XIV lo habría silenciado, increpándolo: “¡El Estado soy yo!”. La empresaria progresista: “Continuando con el “si no reconstruimos nuestra propia moral…” sigo preguntando ¿cómo hacer? Recuerdo mucho lo que decía nuestro querido embajador Arcos: “Here, everybody is on the take and the fix is in”. “Y la moral tiene que ver con la justicia”. Otra de sus frases: “Aquí la justicia es como una serpiente que solo muerde al descalzo”. “Pero, bueno, no hay que perder la esperanza, como lo dijo usted en aquel llamado a la concordia y a la unidad, (transcrito en la conversación entre el Sisimite y Winston al final de editorial) después del bíblico diluvio”. Otro concepto que corre a la par de las lecciones sobre Estado y gobierno. Desde que el filósofo francés Montesquieu, en su obra “El Espíritu de las Leyes”, planteó la separación de poderes legislativo, ejecutivo y judicial, para evitar la concentración excesiva del poder en manos de una sola entidad, como garantía de equilibrio, la noción de los pesos y contrapesos en el sistema se consideran parte esencial de las democracias modernas. Con el tiempo la prensa, la opinión pública y la sociedad, fueron adquiriendo importancia como elementos clave de los pesos y contrapesos en una democracia. (Otro día vamos a ampliar sobre esos desenvolvimientos).

(¿Leiste el mensaje –entra el Sisimite– que manda un amigo diputado? “La Constitución nos protege del Estado”. “Si no la defendemos el futuro nos presagia un sino poco prometedor”. -Bueno –interviene Winston– ya me lo leíste. A propósito de la sintaxis, contestale: Y si no fuese así, no hay que lamentarse del sino que nos envuelva sino al perderla, si no se cuida, no haberla defendido. ¿Y no querés contestarle –pregunta el Sisimite– lo que inquieta a la empresaria progresista sobre qué hacer para reconstruir las actitudes y nuestra propia moral? ¿Ah, y cómo se traduce esa frase del embajador que recuerda la amiga? -¿Cómo cambiar algo que es parte del ADN? –responde Winston– ¿ser o no ser?, he ahí el dilema. Y a mí me tocó traducir del francés al español, sin saber nada de francés, lo que mandó el otro miembro del colectivo sobre “El Estado soy yo”. Así que, como no soy el Estado, ni vos tampoco, si no hacés vos la traducción del inglés al español –sobre ese dicho muy peculiar de los norteamericanos– decile a ella que la haga y que la mande. -Bueno –asiente el Sisimite– así quedan todos a la expectativa. -Como aquí a los noveleros –explica Winston– les encantan los culebrones, siempre es aconsejable, para propósito de la lectura y de los que leen, mantener el suspenso).