Tegucigalpa (Especial Proceso Digital) – Los comicios generales del 30 de noviembre serán insumo para múltiples lecturas de lo que pasó en el país, el sentir de los electores y los desafíos que esperan al próximo gobierno y a la democracia hondureña. Pero una de las primeras lecturas se relaciona con la hazaña de Libertad y Refundación (Libre), el partido de la izquierda, que logró colocar de nuevo en la escena política el retorno del bipartidismo más fortalecido que de costumbre.
Los centenarios partidos Nacional y Liberal, golpeados en sus liderazgos políticos, y a quienes Libre responsabilizaba de todos los males de Honduras y de llevar entre sus presidenciables a figuras políticas de “origen palestino”, en una división de clases y nacionalidades, hoy se presentan como las otrora fuerzas políticas pujantes del pasado con más de un millón de votos, cada uno, botando la estrategia y la apuesta del oficialismo de minimizarlos, incluso, de desaparecer a más de alguno de ellos.
Uno de los partidos del bipartidismo al que Libre esperaba difuminar era el Partido Liberal de Honduras, con más de dos décadas en la llanura, sin liderazgos claros y en permanentes disputas internas que lo hicieron ver como un “partido bisagra” en acuerdos clave tomados en el Congreso Nacional, además de negociaciones extramuros. Los liberales estaban desarticulados y sin mayores opciones de reflote, por eso Libre creía que en este proceso electoral serían, a lo sumo, una tercera fuerza altamente disminuida y con menor representación en el Poder Legislativo y las corporaciones municipales.
Pero los resultados de las elecciones están diciendo otra cosa: el Partido Liberal resucitó, con opciones a tener un mayor número de diputados en el parlamento y retener varias corporaciones municipales, en donde el bipartidismo ha estado fuerte en estos últimos años a nivel de los gobiernos locales.
Un resucitado Partido Liberal
De acuerdo con los conteos preliminares del Consejo Nacional Electoral, el Partido Liberal aparece con un poco más de 1.1 millón de votos, una cifra impensable que tiene de fondo muchos factores, entre ellos el ingreso de Jorge Cálix y Salvador Nasralla, último que ha sido estratégico para dar vida y fuerza a ese instituto político. Nasralla sigue siendo un líder nato, y así como fue vital para el triunfo de Libre en alianza en las elecciones de 2021, lo ha sido ahora para llevar a los liberales a disputar una presidencia que sigue siendo reñida, en tanto, no haya una declaratoria final por parte del Consejo Nacional Electoral.
Los liberales están con vida y siguen jugando en la contienda de la existencia política hondureña, dependerá de sus liderazgos avanzar en la renovación partidaria y su conexión con la gente, para dejar de ser el partido de las negociaciones bisagra a las cuales ha estado acostumbrado. Su reflote con un alto número de electores—donde no todos son de la base partidaria—es parte de las malas estrategias de Libertad y Refundación que se obsesionó por destruir al bipartidismo, sin imaginarse que lo iba a revivir y fortalecer.
El pujante partido Nacional
El otro partido a quien Libre coloca con fuerza dentro del bipartidismo, es el Partido Nacional de Honduras, un instituto político a quien los analistas le auguraban unos ocho años de llanura por los casos de corrupción y los vínculos con el narcotráfico de algunos de sus principales líderes, entre ellos el expresidente Juan Orlando Hernández, ultimo que fue indultado por la administración del presidente Donald Trump, generando un tsunami político a lo interno y externo del país. Disciplinado como ha sido el Partido Nacional, se presenta a una elección compacto en su estructura y envalentonado por el voto de confianza que le otorga el presidente de la principal potencia mundial, Donald Trump, para que retorne al poder. Los datos preliminares del CNE le colocan hasta ahora con un poco más de 1,2 millones de electores.

